jueves, 16 de junio de 2011

¿PERDÍ?


Perdí hábitos, además. De a diario, de semanalmente, de mes en mes, de vez en cuando. Y mucho más, perdí, lo de cada dos por tres. Abrí ventanas que hoy permanecen cerradas. Perdí los cielos enajenados y serenos. Perdí la cuenta de las fases lunares y el eclipse.

Quemé fotos. Con las tijeras de la rabia, trituré alegría y más rabia. Corté la desmedida memoria y la desmemoria. Vacié todos los cajones sobre el camino confuso. Alfombré las tardes con puzzles imposibles de terminar.

Devolví las fechas que hoy no significarían nada al comercio de abalorios del tiempo…

Y queda tanto por hacer en la mudanza: la hoguera de los muebles, el derribo de los muros, el ajuste de las grietas, las nuevas tarjetas de visita con la dirección adecuada y el sentido correcto… Coser y cantar. Leer de nuevo la línea de la vida, por si no me he equivocado lo suficiente y hacer una marquita discreta en la pared menos ocupada, para saber cuánto he decrecido.

Si me hubiese dado cuenta antes de las absurdas costumbres adquiridas en sustitución de las perdidas, como recibir invisibles visitas a la hora de la cena, no sólo habría cambiado la tapicería del sofá, también habría puesto un mantel, bordado a mano de santa paciencia, a la hora de la cena. Hubiese tomado nota y fecha -éstas sí- de lo leído entonces, de lo visto y oído, no nos fuésemos a aburrir en la sobremesa.

De tanto construir la casa imaginaria se me están puliendo las huellas imborrables. Por no usar guantes, diría la precaución y, la prudencia, indicaría la ventaja a la hora de cometer algún crimen. ¿Quién me condenaría por asesinar a mis propios fantasmas? ¿Qué rastro dejaría?

Dudo, ahora, de que todos estos cotidianos y nimios asuntos no hubiesen tenido la importancia que les he restado y reflejarlos, con su hora, día y lugar, en el azogue gastado. Y sin embargo la añoranza de algunas manías, gustos, entretenimientos, voces, modos, ocupaciones, recorridos, paisajes, miradas, me dice que lo necesario sólo basta cuando ha sido el corazón quien lo ha decidido.

Así que, corazón, ten cuidado con el latido a deshora y a destiempo, no te vayas a quedar colgado en cualquier frágil rama como un nido abandonado.

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