No puedo evitarlo y no lo evito. Interviene en la conversación, pensamiento ajeno. El empedrado, las mesas resguardadas bajo la lluvia: un desencuentro. Y un encuentro…
Una suma de nubarrones pinta todo de gris, sobre las sombrillas blancas. No hay silencio entre los arcos, caminantes sonrientes a pesar de la descarga. Aguacero.
Falso parto primerizo en la mirada, es extraño. Todo era ya, los cuadros apoyados en las columnas, la fachada pintada, las torres, la estatua… Cabalga sobre adoquines el boceto de la libertad anhelada.
Aparto las migas de tristeza del mantel y sonrío a la multiplicación de la pared.
Llueve y me alegro, como ellos.
Esta noche, pondré sobre mi balsa de náufraga algunos de los souvenirs que mencionan la ciudad en su visión más optimista, y callan sus pesares. Como si la dislocada decoración de mi casa hiciera lo mismo conmigo. La luz más favorable, la mentira más hermosa, la verdad menos citada, el asiento más cómodo para el alma de la visita al paraíso perdido… Arrojaré por la ventana el aire envenenado, antes de la oración, línea recta desde el centro al corazón varado en la tormenta.
Sube, quieras o no, hacia la luz, la escalera.
No hay playa, no hay botella ni mensaje.
Sólo esto. Por decir algo, verdadero.
P.D.: Hoy empezaba la Feria. No la fiesta. ¡Chuik!